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Confitería Tijuana: un clásico neuquino (1971-1990)

Frente de la Confitería Tijuana. Av. Argentina 125, Neuquén Capital.
Frente de la Confitería Tijuana. Av. Argentina 125, Neuquén Capital.

La Confitería Tijuana abrió sus puertas el 14 de abril de 1971, en plena avenida Argentina 125, frente a la Catedral de Neuquén.

Su nombre, tomado de la ciudad mexicana, sonaba inusual en ese contexto; tenía una impronta distinta a otros cafés y confiterías de la época como Zoia, Vitral, El Álamo o El Ciervo.

El local, pequeño al principio —con apenas diez mesas—, se destacó por su diseño innovador: paredes de ladrillos vistos colocados en diagonal, espejos integrados como elementos decorativos, mesas con cerámicos ornamentales y una puerta de madera con marco trabajado.

Lo más llamativo era la escultura de un joven con sombrero apoyado en un cactus (“el chamaco”), obra destacada de Emilio Saraco, figura clave en la cultura local y primer director de la Escuela Provincial de Bellas Artes.

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Desde el primer día se ganó a los neuquinos. Lo recuerdan como el punto de encuentro ideal: después de misa, para el “submarino calentito” de las abuelas, previa antes de salir a bailar, o simplemente para reunirse a charlar. Se hizo famoso por sus ceniceros encadenados —los primeros desaparecieron en la inauguración, así que los ataron a las mesas y se volvió parte de la identidad del lugar como “la confitería de los ceniceros encadenados” .

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Funcionó con éxito hasta principios de la década del 90, dejando un fuerte recuerdo en generaciones enteras de neuquinos

 
 
 

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